sábado, 12 de agosto de 2017

Lámpara



Era una noche de tormenta lejana. Bajo las sábanas, todo se oía como si estuviera del otro lado de la mampara.
La luz de la lámpara de mesa era amarilla y espesa. Teñía a todo el espacio de una calidez abrumadora. Sería aquella la que hacía que todo fuera distinto. O quizá, simplemente esa noche su piel se había suavizado ante el ávido contacto con mi mano.
De un instante a otro, la escena se transformó. Se paró al lado de la lámpara, a una lejanía tal que pudiera ver su cuerpo entero. Desnudo, de espaldas, miraba hacia la pared. Su mirada, fija. Incluso sin poder ver más que su blanco cuello, su mirada estaba ahí. La conocía tanto que la sentía rebotar en los libros del estante que tenía frente a él.
Nuevamente.
No era la primera vez que pasaba. Suele perderse por unos instantes que condensan, y caen lentamente como gotas de ventana. Pero esta vez… Esta vez sus pensamientos fueron tan intensos que las gotas de ventana eran tormenta.
Tormenta, viento, truenos, lluvia, gotas, ventana.
Y por un segundo. Por un segundo los oí. Estuve ahí.
Ya no era mirar a través de sus ventanas empañadas, sino ser parte.
Y por un segundo, sentí que el viento me volaba.
Tuve miedo. Temí que me llevara, y que nada quede de mí, más que las sábanas desarregladas, un atisbo de mi silueta, cuerpo que esperaba el calor de su sangre bombeando tan intensamente.
Pero allí estaba. Allí estábamos, nuevamente mirándonos a los ojos.


La tormenta continuó su curso.

miércoles, 19 de julio de 2017

La taza

tus caricias en mi piel
tus ojos, desviandose
de ese camino inconcreto
de la taza de café que cae
y se parte en mil pedazos
sonido estridente
una punzada que recorre todo el cuerpo
instante
en el que nuestros cuerpos de encuentran llenos
desbordados
de ese sonido que apaga a todos los sentidos
vuelven entonces los ojos
dejan atrás la ausencia
vuelven y se posan en los fragmentos en el piso
rebotan y se encuentran con los míos
una sonrisa torcida acompaña a una mirada pausada
que lo dice todo
en el mismo lapso de tiempo
en el que la taza se transformó en esquirlas



domingo, 30 de octubre de 2016

Ámbar

Conexión.
Y luego,
el entorno oscureciéndose,
como si no hubiera más luz que la que,
repentinamente,
surge del ámbar.
Ámbar que por sólo segundos se queda estancado,
enfrentando sin restricciones a mis ojos.
Los segundos se distorsionan
y se ahogan en esa estanqueidad.
El aire se convierte en plasma.
Intromisión.
Intrusión.
Confesión ineludible.

La luz se enciende. 

domingo, 19 de enero de 2014

Ave de los vientos

Un impulso me eleva hacia el cielo, mientras mis raíces me sostienen firmemente al suelo. 
¡Ave de los vientos, si tan sólo pudiera abandonar mi cuerpo de árbol!
Si tan sólo pudiera volar
¡Cuánto deseo volar!
Y seguirte en ese camino infinito
Que te conduce hacia el sol.
Puedo verte, sin embargo
Sobrevolar los mares, las tierras y los cielos
Y entonces, ave de los vientos
Tu cuerpo se disuelve en luz
En fuego
En estrella fugaz
Y entonces, todo el camino se estremece,
La tierra se funde con el cielo
Y mis raíces con las nubes.
En ese instante, efímero
Te observo a lo lejos
Nuevamente en el suelo,
Y una flor nace a través de mis dedos.

sábado, 4 de enero de 2014

Galaxia

Y ahí estaba ella, vestida y cubierta solamente con su son risa. Un par de labios que ocupaban el panorama principal, iluminados a la vez por sus ojos almendra. Pronto se dio vuelta dejando a la vista su espalda blanca, luciéndola como una galaxia estrellada, el tiempo suficiente para caer en la hipnosis.

Unos dedos veloces recorren un piano, una melodía llama al recuerdo.

Una vez más sus ojos. Apenas dio vuelta su cabeza, dándole vida a sus oscuros rizos, y ya se asomaban sus ojos, que pronto se escondieron tras sus párpados.

Y tras sus párpados los míos. La galaxia se apaga.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Cenizas encendidas

Pero el fuego en la chimenea ya se estaba extinguiendo. Algunas chispas se reflejaron en mis ojos cansados y tristes. Lo supe cuando sentí tus pasos detrás de mi espalda, como queriendo acercarte y reposar tus finas manos sobre mis hombros. Pero ya tus manos están cansadas, y mis hombros desgarrados, y ya casi no hay luz de esa que antes incendiaba la habitación.

-Quizá haya sido el tiempo- me decís como leyendo a través de mi postura eso que cruzaba por mi mente. 

Lentamente, en la misma medida en la cual el fuego se convertía en cenizas encendidas, mi cabeza giró en dirección a tu mirada perdida.
Entonces nuestros ojos se encontraron. Pude verte. Pude ver hasta lo más profundo de tu ser. Pude traspasar tu piel. Pude encenderme al misto tiempo en el que el fuego se extinguía por completo. Pero entonces tu mirada se perdió en la oscuridad.
Con un suspiro de muerte, apoyé nuevamente la cabeza en el respaldo del sillón.

-Quizá- respondí.

viernes, 9 de agosto de 2013

Cuesta tanto

Cuesta tanto la vida lejos tuyo... Uno vive simulando, simulando que está feliz, que está triste, que tiene sueño, hambre, que tiene ilusiones, amantes, incluso que no te extraña. Cuesta tanto, tanto, es tan tan difícil. Porque uno se pone una máscara y lo intenta, ¡sí, lo intenta! Lo intenta por vos, y por uno mismo, porque si no fuera por la máscara cualquiera podría decir que uno está muerto, pero ¡no! ¿Cómo se justificaría, entonces, la vida que le llega al cuerpo, cual relámpago en el cielo, cuando tus dos hojos se le interponen a uno? No, no sería justo. Pero cuesta, cuesta vivir sin verlos.